Inicio Actualidad Los contenedores rebosan de desechos en llamas mientras reinan los silencios

Los contenedores rebosan de desechos en llamas mientras reinan los silencios

Hemos terminado por normalizar un asunto que pasado el Estrecho se entiende como una auténtica barbaridad.

Con motivo de las jornadas de criminología se expuso este jueves una comunicación sobre la delincuencia urbana poniendo el foco en la quema de contenedores.

La media, esa medida matemática que sirve para sacar buenos titulares, arroja la quema diaria de un depósito.

Esa estadística debe interpretarse como un fracaso de muchas instituciones, aunque en una ciudad en la que resulta casi imposible que alguien asuma errores se tenderá o a negar la verdad o a buscar excusas imposibles.

Más allá de cuantificar el coste económico aquí la clave radica en cómo se es capaz de provocar este tipo de destrucciones causando daño a los propios vecinos y generando un problema social.

El fin último va más allá de la mera delincuencia comprendiendo una problemática social de incalculables dimensiones.

Poner a policías de paisano en patrullas nocturnas buscando a los autores de nada ha servido.

Soluciones rápidas que buscaban callar reacciones sociales no han servido para frenar lo que está pasando ni aminorar los daños que sufren los vecinos quienes terminan incluso criminalizados al ser señalados como cómplices de la situación.

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Ahora la táctica de las instituciones es imponer la ley del silencio.

Siguen quemando contenedores pero ustedes no lo leen en la prensa. Hace ya unos meses el Gobierno ordenó que no se diera información a los medios de comunicación cuando llamaban al Parque para conocer el saldo de actuaciones de la noche.

La orden de no informar provoca que, salvo determinados casos, sea imposible cuantificar los sucesos que siguen ocurriendo.

Esa callada provoca que no se dé tanta publicidad a lo que sigue ocurriendo, no es resolver el problema es satisfacer las ansias políticas de simular que todo funciona bien.

Acercarse a la solución al problema pasa primero por reconocer lo que ocurre, segundo por buscar la cooperación de todos para por último dar con la tecla que empiece a servir para resolver este gran asunto delincuencial y social que ha adquirido dimensiones imposibles no solo de entender sino de encontrar al otro lado del Estrecho.


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